sábado, 23 de mayo de 2020

¿QUÉ NOS ENSEÑA LA PANDEMIA MUNDIAL? (6)




EL MUNDO SIN NOSOTROS

La forma más eficaz (estrictamente, la única) de combatir una pandemia es evitar los contagios. Esta obviedad —que, al parecer, a algunos les cuesta tanto entender— ha obligado por primera vez en la historia, desde la declaración, en marzo de 2020, de la infección por COVID-19 como pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud, al confinamiento en sus casas de la población de muchos países mientras se encuentran medios eficaces, que actualmente no tenemos, para combatir el virus. Esta situación excepcional nos ha traído las curiosas imágenes de diversos animales corriendo tranquilamente por las calles vacías de muchas ciudades. La televisión y las agencias de noticias nos han mostrado en todas partes jabalíes, ciervos, cabras, osos, patos, coyotes, algún puma, distintas clases de aves, y hasta pingüinos en ciudades costeras, quizás en busca de alimento o simplemente ampliando su espacio vital en ausencia de su principal antagonista de siempre: el hombre. El cierre de las fábricas, la inmovilización o drástica reducción de los transportes y la detención de nuestro desmesurado parque automotor han beneficiado al medio ambiente: el aire de las ciudades paralizadas es mucho más claro y las aguas están más limpias desde que la población se recluyó en sus casas para evitar los contagios. En tan solo 10 días, en algunas ciudades los gases de efecto invernadero se redujeron en alrededor de un 60% y, en particular, los niveles de CO2 y NO2 hasta en un 70-80% (datos de National Geographic). Por desgracia, la inesperada mejora en la limpieza del aire de las ciudades tiene poca repercusión dentro de la contaminación general que hemos infligido al planeta y cuyo efecto acumulativo sigue aumentando.

Por otra parte, las imágenes del lugar donde se produjo el accidente nuclear más desastroso de la historia, Chernobyl, revelan, gracias a los reporteros e investigadores que se han adentrado allí (con las medidas de protección necesarias), una ciudad en ruinas completamente invadida por una frondosa vegetación que incluso se desarrolla en el interior de las casas abandonadas, acompañada de poblaciones de insectos, aves y otros animales a pesar de la elevada contaminación de la zona, solo 30 años después del desastre. Aunque muchos de esos animales padecen los efectos de la contaminación radiactiva, algunos pájaros y ratones, aparentemente sanos, parecen dar tempranas muestras de una rápida adaptación evolutiva. Por lo que estos ejemplos dejan ver, el planeta se acostumbraría muy rápidamente a nuestra ausencia.




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