jueves, 21 de mayo de 2020

¿QUÉ NOS ENSEÑA LA PANDEMIA MUNDIAL? (5)




NOSOTROS PODEMOS SER LA CAUSA DE NUESTRA PROPIA EXTINCIÓN   
       
Estamos acostumbrados a la falsa imagen de que somos los amos del mundo. Pero nada nos garantiza que seamos la cúspide de la evolución ni la mejor de las especies (para algunos, todo lo contrario), ni que estemos llamados a permanecer para siempre en un planeta y un universo estables y diseñados para nosotros —lo que desmienten todos nuestros conocimientos geológicos y cosmológicos. Hay varias cosas que nos pueden borrar del planeta. Y de un día para otro. Los estratos geológicos dan muestras de cinco extinciones masivas desde que hay vida en la Tierra, por causas tan diversas como erupciones volcánicas de gran magnitud, caídas de meteoritos, bruscos cambios climáticos o radiación cósmica. Pero, aparte de fenómenos súbitos y violentos, las especies también pueden desaparecer (y desaparecen) por otros motivos: escasez de agua o alimentos, competencia por el espacio, cambios genéticos, degradación del hábitat…, por la acción de depredadores o por enfermedades… ¿Algunas de estas causas suenan familiares?… Se calcula, sin exageración, que más del 95% de todas las especies que han existido en el planeta desde la aparición de la vida, hace unos 3800 millones de años, han desaparecido. Hoy día, nosotros mismos nos hemos convertido en un incisivo factor de extinción de las especies actuales, por sobreexplotación, manipulación del medio ambiente, contaminación, destrucción de los entornos naturales…, y el calentamiento global generado por nuestra forma de consumo energético. Incluso, desde hace algún tiempo, somos un conocido (y muchas veces temido, y con razón) factor de nuestra propia posible extinción, como consecuencia del uso de armas nucleares, algún desastre tecnológico, o por el cambio climático global que hemos provocado.

No somos los dueños del planeta, ni tampoco una especie necesaria. Podemos desaparecer así como aparecimos, por un azar evolutivo. La irrupción de la pandemia —que, no lo olvidemos, todavía no hemos superado— es solo uno de los posibles acontecimientos por los que podríamos desaparecer. Y aun es posible que esta situación se deba, en parte, a nosotros mismos.


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