sábado, 6 de junio de 2020

¿QUÉ NOS ENSEÑA LA PANDEMIA MUNDIAL? (9)




ENTONCES… ¿LA CRISIS ASISTENCIAL NO ERA INEVITABLE?

 

Pero… ¿No hay algún error en nuestro análisis anterior? Por debilitado que estuviera el sistema sanitario español para hacer frente a una pandemia, el hecho es que esta no ha afectado solo a España: es mundial. Además, los servicios de salud en el archipiélago canario no son mejores que en la península. De hecho, son aún peores en lo que respecta a tiempos de espera; y en cuanto a número de camas están por debajo de otras comunidades, como Cataluña (la que más tenía en el momento de irrupción de la pandemia: unas 380 por cada 100 000 habitantes para octubre de 2019, según Redacción Médica). Aun así, Canarias es la comunidad menos afectada de España, donde primero se planteó y se inició el desconfinamiento gradual de la población. Así que la pandemia podría ser un accidente imprevisible más que resultado del mal manejo de algunos renglones económicos…

 

Vayamos por partes. Los analistas de accidentes suelen señalar que estos no obedecen, por lo general, a una sola causa. Son resultado de un cúmulo de factores, entre los que se hallan acontecimientos fortuitos, fallos técnicos y errores humanos; una acumulación progresiva que, en algún momento, desemboca en tragedia. Ciertamente, las cosas no suceden como relata el viejo dicho del clavo y la herradura: «Por un clavo perdí una herradura…, por la herradura perdí el caballo…, por el caballo perdí la batalla…, y por la batalla perdí la guerra.» El silogismo hipotético nos lleva a la absurda conclusión de que una guerra se perdió por un clavo. Pero es un silogismo mal planteado, porque no da el cuadro completo: los demás clavos de la herradura, si estaban bien puestos, debieron haberla sujetado; el caballo pudo haber sido sustituido por otro; los sistemas de defensa y ataque no debieron tener una base tan frágil; y, por último, la guerra seguramente no constó de una sola batalla. Si todo lo demás hubiera marchado bien, la pérdida del clavo no habría tenido ningún efecto apreciable. Cuántas veces descubrimos, en multitud de situaciones, un pequeño error, un desfase, un ligero fallo inadvertido hasta el momento…, que corregimos sin darle demasiada importancia. Si lo ignoramos, puede que no pase nada durante un tiempo, pero el pequeño defecto podría ir en aumento, quizás sumándose con otros que agravarían la situación hasta que ya no pueda dejar de llamar nuestra atención… o su consecuencia nos sorprenda abruptamente. Es cierto que no teníamos manera de saber cuándo aparecería un patógeno susceptible de ocasionar una pandemia. Pero si los demás componentes de la cadena de prevención y asistencia hubieran estado todos bien puestos y en su sitio, probablemente habríamos tenido suficientes profesionales, mejores medidas de protección y mayor número de camas en los hospitales. En cambio, la infraestructura médica y hospitalaria en la mayoría de países era solo suficiente para situaciones habituales y algún imprevisto menor a nivel poblacional. En esas condiciones, la irrupción de la pandemia superó fácilmente nuestra capacidad de respuesta.  

 

En España, debilitar la cadena de prevención en favor de otros intereses económicos tuvo como efecto que el país estuviera en peores condiciones para enfrentar la enfermedad: con escasez de personal sanitario (125 000 menos que el promedio de la Unión Europea, según asociaciones de enfermería), sin medios de protección contra la infección, sin sitio donde alojar el número de afectados. Por falta de equipos de protección, España tiene las peores cifras de contagio del mundo entre el personal médico y sanitario. Según datos del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, el 21 de abril, cinco semanas después de declararse el estado de alarma, los profesionales infectados por el coronavirus en España ascendían a más de 35 000, lo que representaba alrededor del 20% del total de enfermos (en comparación, Italia, el segundo país en número de afectados para la fecha, tenía 18 000 sanitarios contagiados, un 10% del total). El lamentable porcentaje aún se mantiene, por lo que hacia mediados de mayo esa cifra superó los 50 000 contagiados entre médicos y enfermeros.  

 

Probablemente, como señalan diversos estudios que se han hecho y se seguirán haciendo, las causas de la propagación del virus sean múltiples, y puede que en compleja interrelación. Y su aparición, algo que no podíamos prever…, aunque debimos haber prestado atención a quienes advertían de su posibilidad. Pero si el sector asistencial hubiera estado adecuadamente dotado, quizás la crisis no habría llegado a tan altos niveles ni habría sido necesario aislar a la población, al disponer de mejores medios a mano para combatir el virus. No cabe duda de que la falta de recursos y el reducido número de médicos e investigadores facilitaron la propagación de la pandemia. Hoy, cada vez más personas ven con más claridad que no podemos permitirnos recortes financieros en sanidad, investigación científica ni educación, porque del desarrollo de estos sectores de la actividad económica, a menudo relegados a un segundo plano por los políticos más pendientes de los mercados y los índices bursátiles, depende en gran medida nuestra supervivencia… no solo como individuos, sino como especie.

 

Y sí, contrariamente a la opinión de quienes solo tienen ojos para los altibajos del comercio global, estos sectores son no solo parte de la economía, sino fundamentales. Como prueba que al surgir la crisis haya habido que destinar urgentemente a la atención sanitara, y a las funestas consecuencias de sus carencias, una inversión mucho mayor de la que habría sido necesaria si se hubiera dispuesto desde siempre de los recursos apropiados. En definitiva, sale más caro a la sociedad, no solo en recursos monetarios sino humanos, no asignarles a estos factores de nuestra supervivencia y desarrollo la debida importancia.

     


Continúa: Cuestiones éticas

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